Sin duda, los adolescentes sentaron un precedente para la imposición de la moda, creando un mercado por ellos y para ellos, en el que sus gustos, ideologías y percepciones del mundo se reflejaran a través de la vestimenta. En términos del uso de atuendos, los años 90 se midieron bajo la sencillez del grunge y la grandeza de la influencia del pop.  

En esos tiempos, los jóvenes no se sentían parte de la cultura, se consideraban “inadaptados” por ir en contra de lo que ellos denominaban una “industria prefabricada”. Hallaron nuevas maneras de sobrevivir a través del gusto por géneros musicales como el grunge, que conllevaba el uso de ropa ancha, con tonalidades oscuras, llevando impresiones en las camisetas de logos de bandas significativas de la época como Nirvana y Pearl Jam. La periodista de moda Luz Lancheros define este periodo como el “más minimalista de todos”. 

Por otro lado, a finales de los 90 se comenzaba a apreciar la influencia del pop por medio del uso de faldas cortas, zapatos de tacón y colores neutros en prendas como camisetas y buzos. También, la influencia de la feminidad en accesorios como collares, carteras y lentes de sol. ​

El body shaming, o la ridiculización del cuerpo, comenzó a cobrar relevancia debido a campañas publicitarias que exhibían los cuerpos de sus modelos como algo perfecto, porque eran delgados, lo cual no era algo saludable, puesto que se comprobó que padecían enfermedades como la anorexia. Esto se convirtió en un precedente para juzgar la manera cómo se veían las mujeres en términos estéticos para los siguientes años.  

Indudablemente, los 90 se rigieron bajo lo alternativo y lo elegante. Vale decir que constituyó el desvanecimiento del estilo grunge y el inicio de la etapa más fabulosa de todas: la de los 2000.